jueves, 18 de febrero de 2016

DIEZ PARTIDOS DEL SISTEMA DOMINICANO NUNCA HAN IDO SOLOS A UN PROCESO ELECTORAL


Santo DOmingo.
Diez organizaciones políticas del actual sistema electoral siempre han ido aliadas a otras organizaciones, o se han unido con coaliciones políticas para participar en procesos electorales. Nunca han ido solas a un proceso electoral.
Estas organizaciones son el Movimiento Democrático Alternativo (MODA), el Partido de Acción Liberal (PAL), el Partido de Unidad Nacional (PUN), Partido Humanista Dominicano (PHD), Partido Cívico Renovador (PCR), la Unión Demócrata Cristiana (UDC), el Bloque Institucional Social Demócrata (BIS), Liberal Reformista (PLR, antes La Estructura), Partido Demócrata Institucional (PDI) y el Socialista Verde (Pasove).


En ningún caso esas agrupaciones políticas han presentado al electorado opciones, ofertas políticas presidenciales independientes de los grandes partidos, aunque sí lo han hecho con algunas candidaturas a puestos electivos en comunidades, aunque suelen pactar buena parte de sus candidaturas para las elecciones congresionales y municipales.
Hay otro grupo de las agrupaciones del sistema electoral dominicano que sí ha presentado una propuesta presidencial propia en una, o dos ocasiones, aunque caminando de todas formas la mayor parte de su existencia como aliadas importantes de los partidos que han tenido el poder desde 1962 hasta estos días.
Aquí podrían inscribirse el Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano (PQDC), que ha ido solo en los procesos electorales de 1978 y 1982; Fuerza Nacional Progresista (FNP), sola en las elecciones de 1986 y 1990; Partido Popular Cristiano (PPC), solo en las del 1990 y 2004; Alianza Social Dominicana (hoy PRM), 1962, 1996 y 2004; Partido Demócrata Popular (PDP), 1978 y 2004 y el Revolucionario Independiente (PRI) en 1990, 2004 y 2008.
En la mente del politólogo, Omar Alejandro Pérez, hay una razón para esa constancia en las alianzas: garantizar su supervivencia electoral, basados en que la legislación dominicana establece los votos de la coalición política como garantía del reconocimiento a todos los partidos.
Otros dos motivos que ofrece Pérez, excoordinador del Observatorio Político Dominicano de Funglode, son la proporcionalidad del financiamiento del Estado a los partidos pequeños, que mientras obtienen una mayor cantidad de votos pueden recibir más recursos económicos, y la siempre presente “recompensa” de cargos en la administración pública.
Además, dice, hay mayor oportunidad de conseguir votos cuando se va aliado a una de las ofertas que polarizan el voto para los comicios, y lo muestran las disminuciones y repentinos ascensos cuando un partido se integra a una opción principal, o cuando sale de ella.
La Ley Electoral 275-97 establece que para perder el reconocimiento político una organización debe sacar menos del 2% de los votos válidos emitidos en las últimas elecciones ordinarias, siempre y cuando no tengan representación congresional o municipal.
Esa legislación también contempla la opción de las fusiones entre agrupaciones políticas, una modalidad descartada por las agrupaciones a pesar de sus constantes e indefinidas alianzas electorales. También hay historias de movimientos pendulares hacia el poder, en la participación fluctuante con coaliciones de partidos políticos que ostentan, o se han visto con serias cercanías a llegar al Poder Ejecutivo.
Véase el ejemplo del PQDC, aliado al Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) desde el año 1986 cuando regresó al poder y hasta 1996 cuando pasó a apoyar al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), organización que barrió en las elecciones congresionales de dos años más tarde para luego conseguir la presidencia del país en el 2000. En 2008 se mudó a respaldar al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que había retornado al poder en 2004. Los partidos minoritarios, o los que sacan menos del 5% de los votos en un proceso electoral, reciben el 20% del total de financiamiento económico que hace el Estado a las agrupaciones políticas del país. Ese 20% tiene una subdivisión: el 12 por ciento recae sobre todos los partidos, incluyendo los que son de reciente reconocimiento político. Y el otro 8% es repartido entre las que sacaron mayor cantidad de votos, pero no pasaron del 5% en la última elección.
Estas agrupaciones han sido de fundamental importancia para el sostén de las coaliciones políticas y de las maquinarias electorales que han ganado cada una de las elecciones presidenciales desde 1962. Los partidos en el poder han variado muy poco, la verdad, con el PRD, el PRSC y ahora el PLD, y quienes los han acompañado, por igual, como sus eternos aliados.

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IMPORTANCIA EN LAS VICTORIAS

Las elecciones del 2000, 2004, 2008 y 2012 no hubieran sido lo mismo sin las alianzas electorales. No hubiesen sido posibles las victorias de Hipólito Mejía; de Leonel Fernández en dos ocasiones, y de Danilo Medina.
Se trata de un fenómeno singular en la democracia dominicana: muchos partidos pequeños que sacan pocos votos en cada elección, pero que permiten, al ser agrupados, aportar los porcentajes decisivos que definieron los comicios en primera vuelta en las pasadas cuatro elecciones presidenciales.
La naturaleza del sistema electoral dominicano coadyuva en agregar valor a las pequeñas agrupaciones políticas cuando pone como marca obligatoria el 50% mas un voto para triunfar en la primera ronda. De ahí las intensas movidas de los grandes partidos por hacerse con el favor de los denominados emergentes.
El sistema dominicano tiene en estos momentos 23 organizaciones políticas que se consideran minoritarias por haber sacado menos del 5% de los votos en las pasadas elecciones, o por haber sido reconocidas como agrupaciones oficiales para participar en los venideros comicios de mayo.
Y reserva a solo tres el título de organizaciones políticas mayoritarias, en función de su desempeño electoral por encima del 5% de los votos válidos emitidos. Esas 23 agrupaciones minoritarias no han sido capaces, en la presente ni en anteriores casos, de nuclearse en coaliciones políticas con candidaturas comunes para enfrentar a las opciones tradicionales de poder, que ejercen el ejecutivo de forma corrida desde el establecimiento de la democracia en 1962.

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