por: Enrique Patín Veloz
El Duarte, de la Independencia era un hombre de 31 años, que ya para esa época, era comerciante, tenedor de libros, patriota, político y militar.
Aparte de lo anterior, tenía una amplia cultura y una clara inteligencia que fue reconocida por sus contemporáneos.
Como poseía buena presencia y un trato afable así como una gran vocación de servicio, no tardó en convertirse en un líder juvenil, que la juventud de su tiempo reconoció y siguió.
Todos sus contemporáneos advirtieron su gran vocación patriótica, política y militar.
Y como era hombre de su época fue liberal, romántico y masón, sin excederse en ninguna de esas cosas.
No fue un excéntrico y hasta donde sabemos, hacía una vida social, de acuerdo con las costumbres de su clase y de su tiempo.
En lo que se refiere a su vocación religiosa, aunque tuvo una formación cristiana y católica, nunca se distinguió por tener una devoción exagerada, pese a tener estrecha relación con varios sacerdotes que eran íntimos amigos de su familia.
En lo que se refiere a su vida amorosa, el Duarte de la Independencia tuvo dos novias: María Antonia Bobadilla y Prudencia Lluberes. Con la primera llegó a comprometerse y le regaló una sortija que se conserva en la Casa de Duarte y por motivos que ignoramos, este compromiso se deshizo. Luego se comprometió con la segunda, con la cual no llegó a casarse, y ésta permaneció soltera e hizo de su memoria un culto, que duró hasta su muerte, en el 1893.
De lo que sí podemos estar seguros es que Duarte, no fue un misógino ni indiferente a los encantos femeninos, como lo demuestra la relación que tuvo con las alemanas que trató en Hamburgo.
El Duarte, de la Independencia fue acusado de inexperto, idealista y ambicioso, pero jamás de santo, espiritualista o místico. Esto nos hace suponer que sí tuvo esas cualidades no las manifestó en forma notable o exagerada.
Si el Duarte de la Independencia se hubiera dado a conocer por esas cualidades, no hubiera tenido los cargos militares que tuvo en los cuales nunca fracasó, por no reunir las cualidades requeridas para su desempeño, ni se hubiera dado el caso de que un grupo de 57 oficiales le hubieran pedido a la Junta Central Gubernativa que lo nombrara jefe del Ejército.
Resulta muy difícil imaginarse a un sujeto de una espiritualidad exquisita o excelsa, como la que se le atribuye a Duarte, fundando y dirigiendo una sociedad
conspirativa como lo fue La Trinitaria o dirigiendo la sublevación del 9 de junio del 1844 o siendo comandante militar del Departamento de Santo Domingo.
Igualmente hubiera sido muy contrario a la realidad y a la experiencia histórica que en Duarte se hubiera dado el caso de un místico o un espiritual tan exquisito trabajando como tenedor de libros, apuntador de teatro, agrimensor o comerciante.
Mientras más analizamos la obra de Duarte durante la Independencia, más nos convencemos de que no pudo ser la de un místico de una espiritualidad exagerada ni la de un soñador que no tenía sus pies sobre la tierra, porque ese tipo de obras nunca han sido ejecutadas por esa clase de hombres.
De todo lo anterior podemos concluir que el Duarte de la Independencia no vivió ni actuó
durante esa época de su vida, como el místico, el santo o el Cristo dominicano que se nos ha descrito.
Ese Duarte, vivió y actuó como un líder juvenil, dinámico y positivo y es a ése y no a otro, al que le debemos la Patria de que hoy disfrutamos.
En lo que se refiere a su vocación religiosa, aunque tuvo una formación cristiana y católica, nunca se distinguió por tener una devoción exagerada, pese a tener estrecha relación con varios sacerdotes que eran íntimos amigos de su familia.
En lo que se refiere a su vida amorosa, el Duarte de la Independencia tuvo dos novias: María Antonia Bobadilla y Prudencia Lluberes. Con la primera llegó a comprometerse y le regaló una sortija que se conserva en la Casa de Duarte y por motivos que ignoramos, este compromiso se deshizo. Luego se comprometió con la segunda, con la cual no llegó a casarse, y ésta permaneció soltera e hizo de su memoria un culto, que duró hasta su muerte, en el 1893.
De lo que sí podemos estar seguros es que Duarte, no fue un misógino ni indiferente a los encantos femeninos, como lo demuestra la relación que tuvo con las alemanas que trató en Hamburgo.
El Duarte, de la Independencia fue acusado de inexperto, idealista y ambicioso, pero jamás de santo, espiritualista o místico. Esto nos hace suponer que sí tuvo esas cualidades no las manifestó en forma notable o exagerada.
Si el Duarte de la Independencia se hubiera dado a conocer por esas cualidades, no hubiera tenido los cargos militares que tuvo en los cuales nunca fracasó, por no reunir las cualidades requeridas para su desempeño, ni se hubiera dado el caso de que un grupo de 57 oficiales le hubieran pedido a la Junta Central Gubernativa que lo nombrara jefe del Ejército.
Resulta muy difícil imaginarse a un sujeto de una espiritualidad exquisita o excelsa, como la que se le atribuye a Duarte, fundando y dirigiendo una sociedad
conspirativa como lo fue La Trinitaria o dirigiendo la sublevación del 9 de junio del 1844 o siendo comandante militar del Departamento de Santo Domingo.
Igualmente hubiera sido muy contrario a la realidad y a la experiencia histórica que en Duarte se hubiera dado el caso de un místico o un espiritual tan exquisito trabajando como tenedor de libros, apuntador de teatro, agrimensor o comerciante.
Mientras más analizamos la obra de Duarte durante la Independencia, más nos convencemos de que no pudo ser la de un místico de una espiritualidad exagerada ni la de un soñador que no tenía sus pies sobre la tierra, porque ese tipo de obras nunca han sido ejecutadas por esa clase de hombres.
De todo lo anterior podemos concluir que el Duarte de la Independencia no vivió ni actuó
durante esa época de su vida, como el místico, el santo o el Cristo dominicano que se nos ha descrito.
Ese Duarte, vivió y actuó como un líder juvenil, dinámico y positivo y es a ése y no a otro, al que le debemos la Patria de que hoy disfrutamos.
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