Por Carlos Candelario Veras
twitter: @candelarioveras.
Los teóricos de los medios de comunicación social hace décadas que definieron los tres objetivos de los mismos: informar, formar y entretener. Por informar se entiende difundir noticias y novedades no conocidas con anterioridad. Por formar se entiende la difusión de argumentos, reflexiones, opiniones para elevar el nivel cultural. Por entretener se entiende la difusión de contenidos para disfrutar del ocio.
A veces están claras las fronteras entre unos y otros, pero en muchas ocasiones los tres se complementan. Es frecuente pensar que la salud pública y los problemas derivados del consumo de drogas pertenecen al ámbito de la información, pero no es cierto. Estos temas están presentes en los tres apartados.
Los medios de comunicación social tienen un efecto multiplicador de los mensajes, de los correctos y de los incorrectos, de los veraces y de los falsos, de los beneficiosos para nuestra salud y la de nuestros hijos, y de los negativos.
Por eso son responsabilidad de todos esos mensajes: de los propietarios de los medios de comunicación, de los trabajadores de los mismos, de los responsables públicos que deben velar por mejorar la salud pública, de las administraciones, de las asociaciones de padres y madres, de los educadores, de los lectores, oyentes o espectadores, de las ONG, y de otras entidades de la sociedad civil.
Cuando los medios se ocupan del tema no lo hacen con el rigor que sería necesario. Un reciente estudio señala que los menores de entre 4 y 12 años pueden pasar al año más horas frente a la pantalla que en clase. 990 horas frente a 960. Semanalmente los menores ven 19 horas de televisión y juegan 11 horas en el ordenador que el consumo de televisión es enorme.
Además, numerosos análisis han demostrado a los largo de las últimas décadas la influencia que los medios audiovisuales tienen en los espectadores, en especial en los menores de edad. Por eso podemos concluir que la televisión es uno de los principales vehículos de transmisión de valores en nuestra sociedad. Las madres, padres y educadores están no solo en desventaja, sino que parecen estar perdiendo capacidad de influencia en detrimento de los medios de comunicación audiovisuales.
Además del gran consumo de televisión por parte de los menores, el mismo se produce con características que agravan la situación.
En gran medida ese consumo televisivo por parte nuestros hijos se producen en soledad o en compañía de otros menores y solo de manera esporádica en compañía de un adulto.
Del Rio (1991), en su estudio sobre la información sobre problemas sociales en España, muestra cómo en caso de la "drogadicción" pesan más las noticias "blandas" (aquellas cuya importancia está determinada por la que les atribuye la audiencia) que las "duras" (importancia objetiva).
El tratamiento informativo que las medios de comunicación social hacen de las drogas "revela un proceso de distorsión" que, como justifica Oliva (1986), se inicia en las propias fuentes que facilitan las noticias y se consuma en el proceso periodístico, de tal modo que la visión final que se ofrece del problema no se corresponde con la realidad que la sustenta.
A conclusiones parecidas llega la Conferencia organizada por la Comisión "Droga-delincuencia" con participación de diferentes profesionales al considerar el tratamiento informativo de las"drogas" como superficial y lleno de prejuicios, motivada por la falta de independencia de los medios así como por la carencia de periodistas especializados en el tema (Ferrer y Dacosta, 1994)
Una de las características principales de los medios de comunicación es la simplificación del discurso y una de las herramientas más utilizadas es la creación y difusión de estereotipos.
Esa herramienta permite reflejar algunos colectivos en los medios de comunicación a través de una serie de características y que son puro reduccionismo, pero que permiten a los lectores, oyentes o espectadores un reconocimiento rápido. Estos estereotipos terminan conformando, en buena medida, parte de la sabiduría popular.
Veamos algunos ejemplos en los medios de comunicación:
* La droga es ilegal.- Prácticamente nunca se utiliza esa denominación para sustancias psicoactivas adictivas que son de venta legal.
* La droga es juventud.- Se realiza una correlación casi perfecta entre consumo de drogas y juventud.
* El consumo de drogas no tiene consecuencias excesivamente malas.- En la mayoría de representaciones de consumo de drogas televisados las consecuencias son muy suaves.
* Las sobredosis son divertidas.- Es frecuente ver que el exceso de consumo de algunas sustancias es motivo de diversión para el protagonista de la acción y para su entorno.
* Las drogas se producen en unos países y se consumen en otros.- Los medios transmiten la idea de que unas naciones ponen la droga y otros las víctimas.
* Los jóvenes que no consumen son aburridos.- Los medios transmiten la imagen de jóvenes que rechazan el consumo de drogas como ñoños.
*sólo existe el abuso de las drogas ilegales,
*mostrar la forma de utilizar y consumir las drogas ilegales, esto puede motivar a os jóvenes a su consumo por curiosidad.
Los menores viven en un mundo en el que constantemente ven a los adultos consumir drogas: café, alcohol, tabaco, medicinas, y en casos excepcionales sustancias ilegales. Y a pesar de esta realidad pretendemos que los menores reciban el mensaje de que el consumo de drogas es malo.
Como vemos el abordaje del consumo problemático de drogas es un fenómeno complejo en el que participan muchos actores. Existe una cierta tendencia a buscar culpables o responsables, pero la responsabilidad está muy compartida.
Un guionista puede ser responsable de un tratamiento frívolo del consumo de drogas, el artista puede cantar una canción recibida de manera diferente por adultos y menores, el programador se puede equivocar al elegir la hora de emisión de un espacios determinado, el periodista puede difundir informaciones incorrectas o no contrastadas, los profesores pueden olvidarse de la educación a favor de los contenidos, y los padres y madres utilizar la pequeña pantalla como guardería de sus hijos o como sedante de uso legal.
A pesar de la parcialidad con que se trata todo lo relacionado con las drogas en los medios de comunicación social, vemos cómo el gobierno y otras instituciones dedicadas a la problemática de las drogas recurren con facilidad a los medios de comunicación para transmitir su información y utilizan sus recursos para campañas relacionadas con las drogas, más o menos puntuales.
No se puede negar, sin embargo, la importancia que tiene la información a la hora de llevar a cabo la educación sobre las drogas. Pero conviene distinguir una y otra para no caer en falsos errores que dificultan más la tarea educativa. Por información se entiende la mera transmisión de conocimientos sobre determinados hechos o la enseñanza de una técnica para la adquisición de los mismos.
Sus elementos principales suelen ser datos sobre las drogas, información sobre la legislación y explicación de los recursos disponibles a nivel preventivo y terapéutico. La educación, por su parte, pretende ir más allá de la simple transmisión de conocimientos, para conseguir actitudes sanas y estimular hábitos ajenos al abuso de las drogas. Todavía hoy, sin embargo, se confunden información y educación, más en la práctica que en la teoría.
Es decir, que no basta la información, si, al mismo tiempo, el individuo no dispone de los métodos adecuados para "dirigirla". En este sentido, tal como señala la OMS, "la información por sí sola no influirá necesariamente sobre el comportamiento hasta que el individuo no la relacione con sus experiencias, sentimientos, valores y modo de vida propio" (OMS, 1974).
Los medios de comunicación social tienen un efecto multiplicador de los mensajes, de los correctos y de los incorrectos, de los veraces y de los falsos, de los beneficiosos para nuestra salud y la de nuestros hijos, y de los negativos.
Por eso son responsabilidad de todos esos mensajes: de los propietarios de los medios de comunicación, de los trabajadores de los mismos, de los responsables públicos que deben velar por mejorar la salud pública, de las administraciones, de las asociaciones de padres y madres, de los educadores, de los lectores, oyentes o espectadores, de las ONG, y de otras entidades de la sociedad civil.
Cuando los medios se ocupan del tema no lo hacen con el rigor que sería necesario. Un reciente estudio señala que los menores de entre 4 y 12 años pueden pasar al año más horas frente a la pantalla que en clase. 990 horas frente a 960. Semanalmente los menores ven 19 horas de televisión y juegan 11 horas en el ordenador que el consumo de televisión es enorme.
Además, numerosos análisis han demostrado a los largo de las últimas décadas la influencia que los medios audiovisuales tienen en los espectadores, en especial en los menores de edad. Por eso podemos concluir que la televisión es uno de los principales vehículos de transmisión de valores en nuestra sociedad. Las madres, padres y educadores están no solo en desventaja, sino que parecen estar perdiendo capacidad de influencia en detrimento de los medios de comunicación audiovisuales.
Además del gran consumo de televisión por parte de los menores, el mismo se produce con características que agravan la situación.
En gran medida ese consumo televisivo por parte nuestros hijos se producen en soledad o en compañía de otros menores y solo de manera esporádica en compañía de un adulto.
Del Rio (1991), en su estudio sobre la información sobre problemas sociales en España, muestra cómo en caso de la "drogadicción" pesan más las noticias "blandas" (aquellas cuya importancia está determinada por la que les atribuye la audiencia) que las "duras" (importancia objetiva).
El tratamiento informativo que las medios de comunicación social hacen de las drogas "revela un proceso de distorsión" que, como justifica Oliva (1986), se inicia en las propias fuentes que facilitan las noticias y se consuma en el proceso periodístico, de tal modo que la visión final que se ofrece del problema no se corresponde con la realidad que la sustenta.
A conclusiones parecidas llega la Conferencia organizada por la Comisión "Droga-delincuencia" con participación de diferentes profesionales al considerar el tratamiento informativo de las"drogas" como superficial y lleno de prejuicios, motivada por la falta de independencia de los medios así como por la carencia de periodistas especializados en el tema (Ferrer y Dacosta, 1994)
Una de las características principales de los medios de comunicación es la simplificación del discurso y una de las herramientas más utilizadas es la creación y difusión de estereotipos.
Esa herramienta permite reflejar algunos colectivos en los medios de comunicación a través de una serie de características y que son puro reduccionismo, pero que permiten a los lectores, oyentes o espectadores un reconocimiento rápido. Estos estereotipos terminan conformando, en buena medida, parte de la sabiduría popular.
Veamos algunos ejemplos en los medios de comunicación:
* La droga es ilegal.- Prácticamente nunca se utiliza esa denominación para sustancias psicoactivas adictivas que son de venta legal.
* La droga es juventud.- Se realiza una correlación casi perfecta entre consumo de drogas y juventud.
* El consumo de drogas no tiene consecuencias excesivamente malas.- En la mayoría de representaciones de consumo de drogas televisados las consecuencias son muy suaves.
* Las sobredosis son divertidas.- Es frecuente ver que el exceso de consumo de algunas sustancias es motivo de diversión para el protagonista de la acción y para su entorno.
* Las drogas se producen en unos países y se consumen en otros.- Los medios transmiten la idea de que unas naciones ponen la droga y otros las víctimas.
* Los jóvenes que no consumen son aburridos.- Los medios transmiten la imagen de jóvenes que rechazan el consumo de drogas como ñoños.
*sólo existe el abuso de las drogas ilegales,
*mostrar la forma de utilizar y consumir las drogas ilegales, esto puede motivar a os jóvenes a su consumo por curiosidad.
Los menores viven en un mundo en el que constantemente ven a los adultos consumir drogas: café, alcohol, tabaco, medicinas, y en casos excepcionales sustancias ilegales. Y a pesar de esta realidad pretendemos que los menores reciban el mensaje de que el consumo de drogas es malo.
Como vemos el abordaje del consumo problemático de drogas es un fenómeno complejo en el que participan muchos actores. Existe una cierta tendencia a buscar culpables o responsables, pero la responsabilidad está muy compartida.
Un guionista puede ser responsable de un tratamiento frívolo del consumo de drogas, el artista puede cantar una canción recibida de manera diferente por adultos y menores, el programador se puede equivocar al elegir la hora de emisión de un espacios determinado, el periodista puede difundir informaciones incorrectas o no contrastadas, los profesores pueden olvidarse de la educación a favor de los contenidos, y los padres y madres utilizar la pequeña pantalla como guardería de sus hijos o como sedante de uso legal.
A pesar de la parcialidad con que se trata todo lo relacionado con las drogas en los medios de comunicación social, vemos cómo el gobierno y otras instituciones dedicadas a la problemática de las drogas recurren con facilidad a los medios de comunicación para transmitir su información y utilizan sus recursos para campañas relacionadas con las drogas, más o menos puntuales.
No se puede negar, sin embargo, la importancia que tiene la información a la hora de llevar a cabo la educación sobre las drogas. Pero conviene distinguir una y otra para no caer en falsos errores que dificultan más la tarea educativa. Por información se entiende la mera transmisión de conocimientos sobre determinados hechos o la enseñanza de una técnica para la adquisición de los mismos.
Sus elementos principales suelen ser datos sobre las drogas, información sobre la legislación y explicación de los recursos disponibles a nivel preventivo y terapéutico. La educación, por su parte, pretende ir más allá de la simple transmisión de conocimientos, para conseguir actitudes sanas y estimular hábitos ajenos al abuso de las drogas. Todavía hoy, sin embargo, se confunden información y educación, más en la práctica que en la teoría.
Es decir, que no basta la información, si, al mismo tiempo, el individuo no dispone de los métodos adecuados para "dirigirla". En este sentido, tal como señala la OMS, "la información por sí sola no influirá necesariamente sobre el comportamiento hasta que el individuo no la relacione con sus experiencias, sentimientos, valores y modo de vida propio" (OMS, 1974).
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