Santo Domingo.
La avenida Sarasota se desnuda ante la mirada de quienes requieren la compañía de mujeres como “Katherina”, una trabajadora sexual que bajo su pseudónimo ofrece por las noches su cuerpo a quienes buscan comprar el placer.
Parada frente a un establecimiento comercial cerrado y vigilado por un seguridad, “Katherina” se refugia en su propia sombra desprendida por uno de los tantos postes de luces que se encuentran en ese lugar, esperando que los clientes se le acerquen o soliciten.
Sola y alejada de sus demás compañeras, quienes se agrupan en las diferentes esquinas, acude a uno de los acostumbrados llamados que se le hace desde la ventanilla de un vehículo para negociar el acuerdo sexual.
Con un tono seductor y la mirada perdida expone su menú con detalles: “Papi si tú quieres irte solo conmigo, te cobro RD$ 3,000 con todo, ya que amaneceremos y haremos lo que se te antoje, pero si quieres que vaya tu novia conmigo y hagamos un trío, el precio aumenta a RD$ 3,500”.
Ante el ofrecimiento, donde su cuerpo se degrada económicamente pero se acrecienta para los bolsillos de quienes solicitan el trabajo, se inicia un debate de rebajas con el fi n de llegar a un acuerdo, y debido a la insistencia, un pacto se sella para disminuir el precio.
“Les rebajaré el precio porque yo soy ‘jevy’, denme RD$ 3,000 por los dos para que hagamos el trío y ya”, dice la joven de piel morena y cuerpo esbelto.
El atuendo blanco que lucía esa noche, deja al descubierto sus grandes senos y nalgas. Y mientras acaricia su pelo replica “yo tengo de todo, yo les puedo hacer pasar una noche estupenda”.
Después de tanto regateo de precios, las tácticas de mercadotecnia no logran su cometido y la decepción se apodera de “Katherina”, a pesar de haber hecho rebajas a la oferta de su cuerpo.
Aunque la avenida Sarasota es una de las llamadas “Zonas Rosas” de la capital, existen otros lugares donde las trabajadoras sexuales se reúnen para seguir ejerciendo su labor, tales como en el Centro de los Héroes, conocido popularmente como “La bolita del mundo”, Villas Agrícolas, Los Mina, La Duarte, Autopista 30 de Mayo, San Vicente de Paúl, entre otras.
Negocios cautivos
Otras, como “Hony”, realizan su labor en un bar erótico de la avenida John F. Kennedy, donde utilizan métodos distintos para ofrecer sus servicios sexuales. Con labios gruesos, poco maquillada y de “gordita” contextura, “Hony” ejecuta movimientos sensuales para hacer que los visitantes coloquen las manos en sus bolsillos, y mediante el hechizo lujurioso inviertan de manera esporádica su dinero, aunque el lugar de trabajo no ofrezca las condiciones necesarias debido a los huecos en el piso, las mesas cojas, las sillas ausentes y los inodoros descuidados por la falta de agua.
A pesar de las precariedades, quienes asisten son fi jos en el lugar y se saben los nombres de todas las empleadas, y así, como un estreno de cine entretiene a los espectadores mientras comen palomitas de maíz, los clientes del establecimiento ponen sus rostros de lobos mientras observan las piruetas de la joven en el tubo, quien como toda una experta se despoja de la sensual vestimenta al ritmo de la suave música de balada.
La clientela, en su mayoría hombres, visten camisetas y pantalones jeans salvo algunas excepciones.
Además, andan en vehículos de marcas como Toyota y Honda, cuyos años no llegan a 2010. Las mujeres son contadas con las manos y andan acompañadas de su pareja vestidas también de manera casual.
Tras culminar su espectáculo y sin importar que asistan hombres solitarios o con parejas, “Hony” se aproxima y ofrece el menú de la casa: “¿Quieres que te baile? Son RD$100 por minuto”.
Al lograr la atención de los usuarios que ingieren bebidas alcohólicas en la mesa, continúa su ofrecimiento.
“¿Ustedes son novios? Yo tengo mente abierta, podríamos hacer un trío en la habitación de allá atrás que tiene el bar, solamente les cobraría RD$3,000 por los dos, pero si quieren sacarme de aquí aumentará a RD$3,500 y es de amanecida”, establece la chica con los senos al descubierto y tono de voz tentadora.
Quizás la tarifa del bar de la Kennedy concuerde relativamente con el precio que ofrecen las trabajadoras sexuales en la calle, pero hay otros lugares como un club en el Malecón que son frecuentados por otros tipos de personas, dispuestas a pagar RD$ 500 solo por la entrada.
Aquí los clientes se distinguen por las telas de marcas y las jeepetas 4Runner y Audi que sobrepasan los años 2012, asimismo, las servidoras del sexo son el prototipo inculcado a esos hombres que rechazan a las mujeres “gorditas” y adulan a las obras de arte del bisturí de un cirujano plástico.
Las contratadas, en su mayoría con acentos colombianos y venezolanos, son celadas por la seguridad del local que se mantiene vigilante ante el parroquiano que se propase sin autorización, ya que solo ellas tienen la potestad de tocar o dejar que las toquen.
Pero como si de un juego de casino se tratara, la clientela se acerca a la caja para comprar los llamados “Erotics Coins”, monedas que circulan en el bar y son necesarias para presenciar el “baile sexual”, los cuales tienen vigencia por cada canción.
El paroxismo se apodera de quienes presencian a las mujeres con “cuerpo hecho” que hacen el papel de acróbatas en un tubo frente a un público con sed de morbo.
En este caso, el precio es impuesto por el negocio y se duplica en comparación a los bares de la Kennedy.
Los bailes son clasifi cados en semiprivados y privados cuyo valor es en dólares y ronda entre US$15 y US$20 equivalentes a RD$671 y RD$895 respectivamente. Además, el costo de las relaciones sexuales oscila entre US$100 y US$150 (RD$4,475 y 6,712), siendo 60% de la ganancia para quien ofrece el servicio y 40% restante a la casa (RD$2,685 para las mujeres y RD$1,790 para el local, en caso de que sean US$100).
Ante la sociedad
Según el director del Centro de Organización Integral (COIN), Santos Rosario, hay alrededor de 90,000 mujeres que ejercen el trabajo sexual a nivel nacional en lugares públicos y “negocios cautivos” (bares, dance club y casa de citas).
El sociólogo Juan Miguel Pérez explica que el trabajo sexual se ha normalizado en comparación con otros tiempos, y que el término de “prostitución” se ha utilizado como una descalifi cación social, en parte por la sociedad conservadora.
Añade que es una forma de descalifi car a la mujer usando epítetos dentro de una sociedad “moralista” y “conservadora”.
“El trabajo sexual se ha normalizado a través del tiempo y con el término de ‘prostitución’ se ha tratado de descalifi car a la mujer. Cabe destacar que ahora utilizan el sobrenombre de ‘chapeadora’ o ‘peladora’ para seguir maltratando socialmente a la mujer”, asegura el experto.
(+) EL SEXO TRANSACCIONAL Y LAS ENFERMEDADES SEXUALES
Santos Rosario, dice que el alias de “chapeadora” se les atribuye a aquellas mujeres que realizan el “sexo transaccional”. Este tipo de trabajadoras sostienen una relación con un hombre, y solo les interesa que estos satisfagan sus necesidades monetarias (compra de vestimenta, pagos de estudios, alquiler de casa o vehículo, entre otras cosas).
El psicólogo Ramón Almánzar sostiene que las enfermedades de transmisión sexual entre las servidoras sexuales son mínimas estadísticamente. “Las trabajadoras sexuales tienen un índice muy bajo en enfermedades de transmisión sexual porque han establecido como reglamentación el cuidado de su salud sexual y de las personas que tienen sexo con ellas”, agrega el experto.
Corroborando las afirmaciones de Almánzar, el director del COIN reafirma que las estadísticas de padecimientos de transmisión sexual en esas mujeres son casi nulos. “En el caso de las trabajadoras sexuales, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) prevalece solo en un 4% a nivel nacional”, informa Rosario.
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